¿Cómo encontrar la línea de carrera?

En este nuevo artículo técnico del IAD explicaremos en detalle la metodología de trabajo que los pilotos profesionales de más alto nivel acostumbran utilizar al momento de identificar el “camino óptimo” a seguir para ser los más veloces.

¿Qué es la línea de carrera?

También conocida como “trazada ideal”, este concepto fundamental para la conducción deportiva hace referencia a la serie de puntos o ubicaciones del circuito por la que el piloto debe guiar el vehículo para completar el recorrido de un giro en el menor tiempo posible.

 Dicho de otra manera, existen ciertas zonas dentro de la calzada que, al ser unidas o vinculadas mediante una trayectoria continua, configuran la mejor ruta disponible en la práctica para circular a un ritmo que sea consistente y competitivo frente al cronómetro.

Lo anterior lleva a pensar que, si bien la totalidad del camino es aprovechable para transitar sin mayores riesgos (por ejemplo, de salidas de pista que provoquen roturas o sanciones), solo hay una única senda por la que el conductor debe viajar para exprimir al máximo el “medio mecánico” a disposición.

¿Cómo se la reconoce?

Absolutamente todos los manuales de manejo competitivo coinciden en que, por muy intrincado o enrevesado que pueda parecer a primera vista un trazado, siempre es posible descomponer su recorrido en una simple sucesión de tramos rectos y curvos.

Desde una perspectiva geométrica, los mismos pueden ser enteramente descritos a través de dos variables fundamentales como son su extensión y su radio de curvatura, resultando esta última de valor infinito en el caso de las rectas y finito en el de las curvas.

A su vez, sucede que el rendimiento del automóvil en un tipo de segmento está muy influenciado por su desempeño en el otro, provocando que la mejor manera de bajar el tiempo final de vuelta sea “enlazando” las diferentes secciones de la pista en forma coherente.

Dado que, salvo contadas excepciones, los circuitos que albergan competencias profesionales suelen contar con más curvas que rectas en sus dibujos, el análisis se centra en encontrar la mejor forma de transitar los cambios de dirección, dejando en un segundo plano las rectas, donde solo se busca acortar el recorrido.

En términos muy generales, se suele asumir que la trayectoria óptima en curva es aquella que, sin recorrer una distancia excesiva, conecte en un único radio teóricamente constante tres puntos fundamentales denominados “ingreso” (turn-in), “vértice” (apex) y “salida” (track-out).

El primero y el tercero de ellos corresponden, respectivamente, a los lugares donde el vehículo comienza y termina de doblar en las proximidades del borde exterior del camino, mientras que el segundo refiere al sitio del arco donde el automóvil se acerca todo lo posible al borde interior del camino.

Si bien la localización exacta de los mismos varía de una curva a otra, aplicando esta metodología de trabajo hasta lograr un recorrido out-in-out, se maximiza el radio descrito, algo que permite a la máquina hacer un mejor uso de su limitada capacidad de aceleración lateral para transitar a mayor velocidad.

Es interesante remarcar que, dada la forma en que los neumáticos responden a cargas combinadas, la trayectoria usada en la práctica para unir los tres puntos básicos no es de radio constante sino decreciente en el primer segmento (desde turn-in a apex) y creciente en el segundo (desde apex a track-out).

¿Qué factores la afectan?

Como ya se sugirió anteriormente, no existen en el mundo dos curvas que sean exactamente iguales entre sí, por lo que resulta completamente necesario adaptar la forma de la línea teórica a las condiciones particulares de cada trazado para obtener mejores resultados.

Por otro lado, vale la pena recordar que la labor de identificar y perfeccionar la trazada ideal requiere de una cantidad de tiempo en pista muy importante y, teniendo presente lo acotadas que suelen ser las sesiones de práctica, se hace indispensable asimilar algunas reglas prácticas para simplificar el proceso.

La primera variable a tener en cuenta es la propia geometría del viraje, no sólo en lo referente al cambio de dirección total exigido por el mismo (por ejemplo, de 90° en una curva recta o de 180° en una horquilla), sino también al hecho de que el radio de curvatura del propio camino puede no ser constante.

En caso de que el mencionado radio permanezca invariable durante todo el recorrido de la curva, lo más recomendable es ubicar el apex sobre la mitad del arco (normal-apexing), mientras que, cuando sea creciente o decreciente, conviene adelantarlo (early-apexing) o atrasarlo (late-apexing), respectivamente.

A esto se suma que, a pesar de que los circuitos son instalaciones especialmente diseñadas y construidas para albergar competencias automovilísticas (excepto en los trazados semipermanentes), en un mismo dibujo pueden llegar a convivir niveles de adherencia muy dispares, algo que también obliga al piloto a ajustar la posición del vértice.

Afectando el grip disponible para realizar maniobras, aparecen las múltiples combinaciones de superficies (asfalto o concreto más o menos desgastado, mojado, sucio, pintado o a distintas temperaturas), peraltes (positivo o negativo y constante, creciente o decreciente) y desniveles (pozos o saltos) con que el piloto suele encontrarse a medida que progresa en una vuelta.

El objetivo último de todo este trabajo diferenciado es que el vehículo complete la mayor parte del trabajo de cambio de dirección en una zona de la pista donde disponga del espacio y del agarre suficiente para lograrlo sin tener que comprometer su velocidad de tránsito por riesgo a perder el control o irse fuera de la calzada.

El reconocimiento previo: La clave del éxito

Llegados a este punto, resulta más sencillo comprender la importancia de aprovechar el tiempo disponible en las semanas previas a un evento para “estudiar” la geometría y el aspecto general del trazado a través de herramientas como planos, servicios de imágenes satelitales, cámaras a bordo, simuladores o archivos de adquisición de datos.

Procediendo de esta manera, el piloto logra familiarizarse con el dibujo de la pista donde tendrá lugar la competencia incluso antes de encontrarse físicamente dentro del mismo, generando una imagen mental aproximada del orden en que las diferentes variantes se suceden y entrelazan en cada giro.

En forma complementaria, se vuelve evidente lo recomendable de hacer uso del permiso que suelen otorgar las categorías para transitar el circuito a velocidad reducida (caminando o en vehículos que no sean de competición) durante los días anteriores al comienzo de la actividad en los llamados “track-walks”.

Durante los mismos, algunos integrantes de cada equipo recorren el camino prestando atención al entorno para identificar referencias concretas (marcas en la calzada, pianos, carteles, puestos de banderilleros, etc.) que les ayuden a ubicar los puntos donde se debe acelerar, frenar o doblar, refinando la imagen mental inicial.

Conclusiones e invitación

Todo lo expuesto previamente invita a reflexionar sobre el hecho de que la práctica del automovilismo deportivo a nivel profesional constituye, en sí misma, un desafiante ejercicio de planificación y ejecución capaz de exigir al extremo las capacidades mentales y físicas de los competidores.

Dicho de otra manera, todo aquel que quiera llegar a convertirse en un piloto exitoso, deberá comprender que no alcanza solo con ser naturalmente talentoso o temerario, sino que se deberá adoptar una ética de trabajo duro que privilegie aptitudes como la concentración, la precisión, la sensibilidad y la versatilidad.

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Autor: Federico Zorzenon

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