El día que Reutemann en la Fórmula 1 cambió el horario de un superclásico6 minutos de lectura
El día que Reutemann en la Fórmula 1 cambió el horario de un superclásico
El día que Reutemann en la Fórmula 1 cambió el horario de un superclásico
Muchos años antes del fervor del público fierrero argentino por el desembarco de Franco Colapinto en la Fórmula 1, el último compatriota que había despertado interés en La Máxima, fue protagonista con inolvidables victorias y hasta peleó campeonatos fue el santafesino Carlos Alberto Reutemann.
El “Lole”, que compitió para las escuderías Brabham, Ferrari, Lotus y Williams, obtuvo una docena de triunfos en la categoría más importante del mundo.
Y fue tan influyente su participación allí, que fue capaz -en la tierra donde el fútbol acapara todos los flashes- de cambiar el horario de un superclásico Boca-River, un 27 de septiembre de 1981, porque Reutemann podía consagrarse ese mismo día en la Fórmula 1 a bordo de su Williams, en el Gran Premio de Canadá.
Coyuntura deportiva y un presente deportivo que abrumaba
Hoy parece una utopía. En un país donde todo gira alrededor de la pelota, el automovilismo -que siempre peleó por ser el segundo deporte con más importancia en la Argentina- supo destronar, al menos por unas horas, al espectáculo futbolístico de mayor envergadura a nivel nacional: el superclásico.
Sucede que por ese entonces, ATC, el canal de TV estatal, transmitía ambos eventos: el fútbol y la Fórmula 1.
Y el Lole, en una temporada brillante, arribaba al Gran Premio de Canadá como líder del certamen.
En 13 competencias había obtenido dos victorias (en Jacarepagúa, Brasil, y en Zolder, Bélgica) y siete podios. Y su principal amenaza en la conquista por el título era el brasilero Nelson Piquet, que en ese momento representaba a Brabham, y que había ganado tres carreras: Argentina, San Marino y Alemania.
Un partido plagado de estrellas
El año 1981 comenzaba de manera promisoria para los dos equipos más destacados del país.
Boca Juniors ostentaba en su plantel a la joven promesa Diego Armando Maradona, proveniente de Argentinos Juniors, y River Plate venía de repatriar a un goleador y campeón del Mundo en 1978, como Mario Alberto Kempes.
A esas figuras rutilantes se sumaban nombres propios de jerarquía como Daniel Passarella, Ubaldo Matildo Fillol y Norberto Alonso, entre otros para el equipo de Núñez; y Hugo Gatti, Ricardo Gareca y Miguel Ángel Brindisi, por ejemplo, en el conjunto de La Ribera.
Pero a todos ellos fue capaz de opacar el “Lole” Reutemann: la expectativa por un posible campeonato de un argentino en la Fórmula 1 (tras la última corona de Fangio con su Maserati en 1957) era latente. Y ese fervor, lógicamente, trastocó los planes de todos los demás eventos deportivo de esa jornada. El encuentro se pautó para las 10:30hs de la mañana (horario argentino), y la carrera -para la misma franja horaria- tenía su comienzo estipulado para las 15.15 hs.
El apoyo argentino a Reutemann
La Revista Corsa, especializada en su cobertura del mundo motor, publicó en su edición 765 que para el año 1980 (el primero para Reutemann con Williams) la Argentina era el segundo país con mayor cantidad de audiencia en la F1, con un promedio de 10 millones de televidentes en cada uno de los 15 grandes premios de esa temporada. Un dato sumamente destacable si se considera que, por aquellos años, la población de nuestro país no sobrepasaba las 30 millones de personas.
Las carreras del Lole, que había finalizado en la tercera posición de los certámenes de 1975, 1978 y 1980 (en Brabham, Ferrari y Williams, respectivamente), eran el primer ítem para muchos de los fanáticos del automovilismo y seguidores de Reutemann, que supo ganarse el corazón de muchos argentinos que hasta su llegada no eran habitués de La Máxima.
Un capítulo desfavorable y un triste final de temporada
La tan esperada fecha de Canadá no tuvo el desenlace que los argentinos, el Lole y su equipo esperaban. Una actuación compleja –distinta al común denominador de ese año hasta ese momento particular- hizo que el santafesino concluya en la décima posición y no sumara puntos (las unidades, en ese campeonato, se otorgaban del 1° al 6° puesto).
Su principal rival en la disputa por el título, Nelson Piquet, cruzó la bandera a cuadros en la quinta colocación, sumó dos unidades y quedó tan solo a un punto de Reutemann en la previa de la última cita del año, que se disputaría tres semanas después, en el Gran Premio de Las Vegas.
El inicio de ese último GP de la temporada comenzó de la mejor manera para el Lole, que hizo la pole position y así se aseguró el cajón de largada de privilegio en la competencia final. Pero un incidente con el mismísimo Piquet hizo que no pudiera usar su monoplaza en la carrera, en la cual usó el auto de repuesto que el equipo le dio. Lógicamente sin la performance del fórmula que había desarrollado a lo largo del año, Reutemann concluyó octavo, y Piquet hizo lo propio en la quinta posición.
El brasilero consiguió así la corona por apenas un punto de diferencia con el argentino. Años después, Bernie Ecclestone, Presidente y Director Ejecutivo de la Fórmula 1 en esos años, reconoció en su documental Lucky (“Afortunado”) que Reutemann había sido perjudicado de manera adrede para que no fuera campeón mundial.
El golpe anímico fue fuerte. Y el golpe a la ilusión, también. Al año siguiente, en la primera carrera de la temporada, Reutemann hizo podio en Sudáfrica: finalizó segundo detrás del francés Alain Prost. Y en la siguiente fecha, en Brasil, abandonó y decidió retirarse de la actividad.
Después de diez exitosos años en la categoría más importante del mundo, Reutemann logró volver a conquistar los corazones de los argentinos que, después de Fangio, encontraron su ídolo en el santafesino que dejó todo por su sueño, y por el de los demás.