Si por algo se destaca este deporte es por lo absolutamente impredecible que es, y vaya si lo es si ya nos tiene acostumbrado a definiciones épicas e impensadas, y en San Nicolás no fue la excepción. Cuando los autos ya estaban en la grilla comenzó a llover intensamente sobre el trazado bonaerense, lo que provocó una incertidumbre y tremendo movimiento en los boxes, inclusive los que luchaban por la corona, menos Agustín Canapino que junto a su equipo habían analizado la posibilidad de lluvia previamente, se la jugaron por la puesta a punto para piso mojado (no tenían nada que perder después de lo acontecido en la serie) y esa estrategia fue la de oro porque con el segundo puesto obtenido le alcanzó para quedarse con el tercer título en la máxima categoría del automovilismo argentino y el segundo de manera consecutiva.

La competencia lo tuvo prácticamente durante todo su transcurso a Alan Ruggiero en la punta, Moriatis lo intentó en una oportunidad pero producto de un roce sufrió la rotura de la dirección. Canapino se mantenía sólido en los puestos de privilegio y a base de gran manejo en los puestos de vanguardia, tras partir 39º y aprovechar todas las circunstancias de sus rivales que ingresaron a boxes a cambiar gomas. Rossi, Ardusso y Castellano trataban de avanzar como podían desde el fondo (luego de ingresar a colocar cubiertas para lluvia), aunque con mucho esfuerzo y un rendimiento que no los acompañaba para hacerlo de la forma que lo necesitaban.

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